No es que en aquel momento yo no quisiera apostar por una edición digital –que nunca dejé de tenerlo en mente–, sino que no veía posibilidades técnicas a mi alcance para hacerlo. A mayores, cuando finalicé Poétic@, tenía otro poemario acabado. Era Transición, con una escritura ligada a una etapa anterior (aunque con algún guiño a este poemario). Y debido a esas manías que tenemos los creadores de marcar terreno con la meada, como hacen los perros –es decir, de dejar patente una línea evolutiva–, decidí que Poétic@ debía salir después deTransición. Hasta que ese poemario se publicó, a finales de 2011, volví constantemente sobre Poétic@, en un proceso de reescrita permanente, como si fuera un desafío al tiempo.
Concebido gracias y en función de la red, a pesar de todo el libro –ya lo he dicho– estaba abocado al papel. A ese enfoque responde al poema «Mi hipertexto se ahogó en el papel», que ahora podría parecer obsoleto pero que puede leerse como un espejo de las inquietudes de una generación consciente de que está presenciando los albores de un proceso histórico de cambio en el paradigma del libro que va a afectar –y mucho– al proceso creativo del futuro. También había en el libro un contradictorio e irónico juego de enlaces (¿imposibles?) entre la pantalla y el papel. Efectivamente, Poétic@ (con ese mismo título desde el comienzo), nació inicialmente pensado para el papel, pero en cada nueva lectura iba adquiriendo en mi cabeza un aspecto tangible que me llevó a apostar por la edición digital. En aquel momento, el poemario desnudo, sin recursos pero con la misma estructura y concepción, centraba toda su fuerza en lo inusitado de sus contenidos, interrelacionados, y en ese sarcasmo corrosivo que lo define.
El hecho de que cada vez fuese capaz de visualizarlo más y más digital, me llevó a ofrecérselo a una editora que apostaba por esa vía y que, para mi fortuna, lo acogió con agrado. Sea como fuere, todo estaba por explorar, incluso para la editora, porque –que yo sepa– prácticamente nada se había publicado –por lo menos en el ámbito de nuestra cultura– de esta condición. Esa circunstancia de lo inexplorado me garantizó bastante tiempo para pensar y repensar el poemario, volviendo sobre él de manera incansable –e incluso agotadora– a lo largo de los últimos años.